“Jehová levanta a los que están encorvados”. ~Salmos 146:8

Jesús se identifica con nuestros sentimientos, incluido nuestro dolor personal. Al hacerse humano, Jesús experimentó la vida cotidiana como bebé, niño, adolescente y hombre. En su ministerio, en el que se entregó desinteresadamente, sufrió vergüenza, humillación, abandono, traición y rechazo. Él sabe cómo se siente ser emocional y físicamente quebrantado por otras personas.

Cualquiera que sea el dolor que sientas hoy, debes saber que Dios comprende completamente y está cerca. Eres visto y apoyado.

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Durante 60 años, Josh McDowell Ministry has been leading seekers into a deeper knowledge of God’s truth and power. 


Confía en Dios durante tu dolor

Jesús es tanto Dios como humano, por lo que podemos confiar en que Él comprende COMPLETAMENTE nuestro dolor. Y como somos Sus hijos, cuando nos duele, a Él le duele, como todo buen padre. Si te alejas de Él porque piensas que es posible que no te entienda, piénsalo de nuevo. Dios puede permitirnos pasar por el dolor, pero podemos confiar en esto: lo que Dios permite, Dios también promete obrar para nuestro bien. Esto no nos hace sentir mejor, tal vez, pero le da un propósito a nuestro dolor.

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de compasión y el Dios de todo consuelo, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación con el consuelo que nosotros mismos recibimos de Dios". 2 Corintios 1:3-4

El dolor tiene el potencial de ayudarnos a crecer, a menos que permitamos que nos amargue. El dolor también puede expandir nuestra empatía y compasión. ¿A quién mejor puede usar Dios para ayudar a alguien con un dolor reciente, que alguien que ya lo ha pasado? Nuestra disposición a sentarnos en el dolor de otro es un regalo sin medida.

Dios obra a través de las relaciones. Nos dice que hagamos una vida juntos, apoyándonos unos a otros, para que cuando estemos abajo, los demás nos dejen arriba. Aislarnos, lo que tendemos a querer hacer cuando tenemos dolor, no ayuda. Tampoco es saludable contener el dolor. Cuando sufrimos, necesitamos que otros vengan a nuestro lado y nos recuerden que las cosas saldrán bien. Necesitamos que otros escuchen, que nos ayuden a procesarlo. Necesitamos sentir que no estamos solos. Y no lo estamos, porque Dios siempre está cerca.

Cuando tengas dolor, imagina a Dios acomodándose a tu lado. Escúchalo decir: “Cuando te duele, me duele. Estoy aquí. ¿Quieres contarme sobre eso? 

 

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